ültimamente no sé qué títulos poner porque lo que escribo son paranoias tremendamente intitulables

La paciencia es una gran virtud, maravillosa. Supongo que aparecida por la práctica contínua durante el trascurso de mi vida. Entrenada a base de golpes, a base de soportar cosas que no gustan, a base ir decidiendo que la mejor solución es sentarse y esperar a que todo pase, a que todo llegue, a que todo tenga un fin. Es útil, práctica, excelente, extraordinaria. ¿A quién no le gustaría tener paciencia? Cuando estás en un atasco, cuando esperas el ascensor, cuando tu sobrino te mete la puta flechita en la frente, cuando tu programa de traducción se cuelga en la 316, cuando... siempre en general. Unos optan por cagarse en la madre de la madre de la madre de su propia madre, otros en la de los vecinos que tiene enfrente y otros optan por pagar con ellos mismos esa carga emocional e incontrolable que no puede ser alamacenada.
Otros, sin embargo, esperan.
No me importa esperar. No me cuesta esperarte porque sé que llegarás. Yo estaré aquí, consciente que de momento tu camino y el mío van en paralelo y en la misma dirección, pero sin llegar a confluir. Imaginando que ya llegará un punto en el que se crucen, en el que decidamos girar a la vez, a propósito, para encontrarnos. Ya llegará el momento en el que los dos caminos se conviertan en uno....o, ¿quién sabe? A lo mejor no llegan a hacerlo nunca, y uno se va pa'Cuenca y otro pa´no sé dónde. Yo, de momento, iré caminando como el caminante que hace camino al andar. Pero, ojito, con la calma.
*dedicado a las pobrecitas de traducción que en este momento están en la 316.
4 comentarios
la censurada triste -
el censurador accidental -
alguien ha hecho callar mi voz -
andurinha -