Inmóvil - dedicado a Anais-

Todo esto da que pensar. Yo antes vivía feliz sin ellos. Yo antes no tenía la necesidad de estar todo el día localizable. No era una persona dependiente de las nuevas tecnologías. Y ahora, ¡miradme! Ansioso cada vez que no me va el cacharro, preocupado por no contestar "la llamada de mi vida", adicto al mensajeo, a la comunicación. Mi sociabilidad depende de ello cada día más. No sé vivir sin él.
Por eso he empleado un día entero en la búsqueda del sustituto perfecto. Mañana y tarde a la captura de mi salvación. Al final he acabado, desesperado, en un bazar de dudosa fiablidad, empujado por el mono, deseoso de conectarme al mundo y ver mis mensajes, mis llamadas perdidas, mis mensajes en el buzón. Y al fin lo he encontrado. Con regateo me lo he llevado. Mi nuevo compañero. Mi llave a la sociedad. Liberado, en buen estado. ¿Tal vez robado? No lo sé. Pero lo tengo y soy feliz. Ya tengo movilidad. Soy libre...
*
El chaval debería tener entre 8 o 9 años. Seguro. Toda mi experiencia con niños ha girado sobre esa edad. Les reconozco. Éste, sin embargo, me dejó descolocado.
En un bar repleto de madridistas, donde la tensión flotaba en todo el ambiente, apareció él. Feliz, patinete en mano, recorrió el angosto pasillo del local. E igual de feliz empezó a gritar: Puta Madrid, a la mierda, que se jodan. Así una y otra vez. Los borrachos se despertaron. Las parejas se separaron. Y el dueño del bar, feliz. Qué mono es mi niño!. Luego empezó con la máquina tragaperras, con la que ganó 80 céntimos. Bueno de eso se jactaba. A ver quien le explica que había perdido 20. No era cuestión de desilusionar al chaval...
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Patri -