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DESDE MI PLANTA

Si ya lo dicen, soy un personajillo

Es habitual, dentro del mundo escolar, el uso de la denominada metodología de los rinconcitos. Esos espacios reservados a diferentes temas didácticos, donde el niño o la niña se desenvuelve con familiaridad y sin complejos, como pez en el agua, ensayando y probando como si de un juego se tratara. Así hasta culminar un proceso de aprendizaje que para el enano/a en cuestión pasa prácticamente desapercibido.

ESta observación, casi pedante, mencionada y escrita para demostrarse a uno mismo que de algo le ha valido un titulo de maestro y para observar con asombro que algo le queda de ello, sirve de pie para una reflexión infatil que le circula dentro. Porque parece que la vida va pasando por rinconcitos, de tamaños considerablemente mucho más grandes que las esquinas de un aula, pero proporcionales a las estapas de una supuesta madurez y experiencia en la vida. Y como mi divagación en cuestión se puede localizar en varias zonas geográficas de mi ciudad, la gilipollez que me hace pasar el rato mirando al vacío toma fuerza frecuentemente en momentos de aburrimiento.

Y es por eso que cuando paso por mi colegio recuerdo los coscorrones de los curas, las campanas, el primer cigarrillo, el camino terrorífico a casa con las notas en la mano, los primeros vicios en una sala recreativa...Y cuando atravieso la Ronda de Dalt recuerdo los Escolapios, la tontería pija que que me entró al estudiar económicas en Abat Oliba, la rectificación tuerta al estudiar Magisterio en Llars Mundet, los campamentos de verano en el Pabellón de la Vall d’ Hebron, el camino hacia la Ciudad Deportiva de Sant Adrià del Besòs....y cuando paseo por las Ramblas me veo saliendo en la Facultad de Periodismo, corriendo con prisa para llegar al Liceo, 5 minutos más tarde, intentando comprobar si su moto sigue aparcada, aunque ya sé que no. Y al salir, pasando por la Rambla del Raval, me acuerdo del gato y de las cervezas, de los kebabs y del Marsella. Así hasta que cambio de barrio mental y subo por Urgel, retrocediendo en el tiempo al pasar por delante de aquel Bracafé en el que me comía a besos a la persona equivocada, mientras que en una calle paralela, mis amigos y yo acabaríamos años después inundándonos de cerveza y JB hasta las 5 de la mañana. Y así hasta llegar a Diagonal y girar a la izquierda, donde vuelvo al presente. Donde mis pasos han avanzado y/o retrocedido últimamente hasta hoy (y virgencita virgencita, que me quede como estoy).

Pero es un no parar. No hay forma de detenerlo. Porque cuando paso por Travesera de Gràcia, veo la Oreneta y aquellas otras fiestas, hasta atravesar Lepanto, testigo de un beso valiente a una mujer valiente, capaz de soportarme hasta el momento. Aunque al llegar a Cartagena los recuerdos se dividen en dos o tres instantáneas que ya no sé dónde ubicar. Y así por toda Barcelona, por donde a cada calle se cierran y se abren momentos o recuerdos diferentes. Rincones, en definitiva, de aquellos imperceptibles, que demuestran que la vida pasa como si nada.  

2 comentarios

patri -

eiiiii, redactor jefe??? confirmado tu trabajo en deportes, no? felicidades!

CasacaRoja -

Ojalá hubiera descubierto este blog cuando aún trabajabas en las Ramblas!

Cuídate y no dejes de escribir!