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DESDE MI PLANTA

Equilibrio

Equilibrio Mi ser se fracturaba por momentos. La debilidad de mis emociones me conducía a un final sin retorno. Me rompía. Mi columna emocional se fragmentaba. Todo aquel peso que tenía que soportar podía conmigo. Me hundía. La tristeza me invadía, el desequilibrio, las tormentas.
Necesitaba calmar los ánimos, organizar mis ideas. Crear un orden, una lista de preferencias. Pero sentado en aquella barra del bar no encontraría mis respuestas. Tampoco las encontraría en el fondo de aquel vaso de whiskey con hielo, ni en la cajetilla que guardaba mi último cigarro. El bar-man no era, a pesar de la fama que tienen, el consejero ni el gurú idóneo. Necesitaba paz, sosiego, calma y reposo en un día tan gris.
Salí del antro en que estaba metido. Llovizanaba. Las nubes se acumulaban en el cielo, impediendo que el sol se manifestara en su total magnitud. El viento soplaba ligeramente. Ni muy fuerte, ni muy débil. Me abrigué, baje la cabeza y cogí el metro. Las estatuas de la Rambla parecían tristes como yo, por su quietud, por su inmovilidad.
Validé el tiquet, en la estación de Liceu. Justo hacerlo supe dónde tenía que ir. El mapa de la red de metro me señaló mi detino.
Si necesitaba equilibrio, el Pabellón me ayudaría a encontrarlo. Yo era como él en ese mismo momento. Simple y a la vez abastracto. Y por no sé qué razón, todos mis problemas hacían que mi simplicidad se convirtiera en algo cada vez más complejo. La balanza se había desequilibrado Le daba vueltas a todo dentro de mí. No era capaz de ajustar las piezas para me llevaran la divina proporción entre lo débil y lo fuerte. Mi fragilidad no estaba sustentada por mi consistencia.
Paré en la estación de Plaza Espanya y fui subiendo poco a poco por la avenida Maria Cristina hasta mi destino. Llegué al Pabellón y me senté en el césped. Fijé la mirada en el estanque, que describía pequeñas ondas producidas por el viento: una marea contenida en un espacio limitado que no se desbocaba. Eso necesitaba. No desbocarme hacia un fin peligroso.
Entré e intenté comprender como podían convivir la fragilidad de los cristales con la fuerza del acero y el hormigón. Busqué los pilares cruciformes para que me dieran lo solución a mis problemas. ¿Cómo soportar el peso del mundo y a la vez transmtir serenidad y equilibrio? ¿Por qué todo estaba tan proporcionado de una manera tan simple? ¿Por qué la sensación que recorría mi cuerpo era la de libertad sosiego y tranquilidad una vez que estaba dentro?
Me senté en la silla Barcelona. Descansé. Medité. Y la vi afuera. Plena de curvas. Desnuda. En el medio de una charca que la reflejaba. Se despedía. Me decía adiós. Me pedía que la comprendiera. Allí encontré mi respuesta.

6 comentarios

donna darko -

Precioso, aunque me gustaría no sentirme tan identificada con este post...

felip -

Manu, deja ya los blogs y pásate a novelista de verdad! Es broma, eh, prefiero leerte cada día. Pero piénsalo... Mis pieles de gallina tendrán algo de razón en esto.
Un placer estar a las doce y media en la 102 y encontrar este tesoro.
Venga, nos vemos tomorrow en el RAZZZZZZZZZ!!!!!

Carmen_Vesania -

Manu, más que periodista, pareces arquitecto ;-))

Ay, que malo es el otoño...
Un abrazo.

rosi -

Todo el mundo tiene muchas razones para no ser feliz, se trata de encontrar las que tiene para serlo. esto se lo repito mucho a la gente pero no sé por qé luego en mí no predico con el ejemplo. Llevo unos días muy tonta, pero espero que sigas encontrando fuerzas y respuestas.

manu -

Gracias estimada anónima. Estaré encantado de acomodarte cada vez que vengas a visitarme! ;)

Anónimo -

No se quien eres, ni siquiera se como he llegado aquí... Miento! sí lo se, pero eso lo guardaré para mí..
Es increíble como a veces puedo sentirme tan identificada contigo... Llevo mucho tiempo visitando tu planta y espero seguir leyendo tus días, esos días repletos de tantísimo sentimiento... Mucha fuerza y ánimo.
P.D Ni siquiera se porq te escribo esto pero suelo ser una persona q se guía por impulsos... y me apeteció!