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DESDE MI PLANTA

Valencia

Valencia es estrecha y a la vez ancha. Las calles protegen a su gente del calor y les conduce hacia ventanas abiertas donde respirar vida. Cada paso a dar tarda una eternidad en consumarse. No valen las prisas. El magnetismo desprendido impide toda celeridad de movimientos y los ojos se detienen a observar todo mínimo y gran detalle. La luz logra, por arte de magia, salvar la altura de los edificios. Incluso los traspasa. Los rayos del sol iluminan todos los rincones de la ciudad y los resalta.
Por eso Valencia es color. Es blanca por su luz. Es azul por el mar. Es amarilla y roja por el fuego que hace arder sus Fallas. Es verde anaranjada por sus huertos. Y morena, por la tez de sus mujeres. Es oro por su sol.
Valencia es tradición, presente y es futuro. Valencia convive con todo y con todos. Es una amalgama de sentimientos unidos que logran apoderarse de mí. Sobretodo cuando la veo, la piso y la siento. Su pavimento es una alfombra roja que me acoge y me invita a quedarme más de lo previsto. Me encarcela contra su voluntad. Me hace entristecer cuando la dejo atrás. Me hace sentir especial cuando sé de ella. Me hace recordar quién soy y de dónde vengo. La llevo siempre conmigo, en mi nombre.

*

Circuito de China, plano general: Williams delante, Ferrari detrás. Schumacher los dos. El coche rojo se acerca. Gas a fondo. Revoluciones a mil. Es obvio que, más tarde o más temprano, se va a producir un adelantamiento. Empieza a suceder. El de rojo empieza a adelantar a su hermano, que va de blanco y azul.
Cambio de plano. Plano corto, o de detalle: interior del habitáculo de Michael Schumacher. Se está prodcuiendo el adelantamineto. Todo vibra. Se ve al de Williams como se va quedando atrás. Los comentaristas exaltados, se olvidan de un detalle. Michael no puede evitar, síntoma de su superioridad, levantar la mano del volante y saludar a su hermano.
Dios, qué rabia!.
Acaba el adelantamiento y el de rojo, sobrado, se dirige hacia boxes. Dios, qué rabia!

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