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DESDE MI PLANTA

Faltan 10 minutos para el Milan-Barça

Elena, sin hache -creo-, es una muñeca. Sus facciones así lo demuestran. Y su piel, de apariencia tersa y lisa. Una auténtica belleza de persona en todos los sentidos. Y coherente, de las que más. Con ella da gusto hablar.
Su personalidad es ambigua, no obstante. Da la impresión de que de su estado de sonrojez permanente pueda pasar de inmediato a su lado más agresivo. Dulficado siempre, que conste. Es una mala leche de la buena, de mentirijilla. Inmediatamente vuelve a su plasticidad, a su encanto personal.
El otro día me tocó estar con ella en el Espai Liceu, el lugar más pesado y aburrido de los que os podáis llegar a imaginar. Y si se puede llegar a pensar que la palabra "tocar" connleva un significado negativo, no le déis esta connotación. Es más, que quede entre nosotros, me presté voluntario a ello.
El resto intuidlo. Diálogo en las dos direcciones. Conversación. Comunicación: emisor, canal, mensaje, y sobretodo receptor. El Espai se convirtió en un sofá ancho, cómodo y agradable en el cual uno se puede "espatarrar" para pasar una gran velada.
Temas planteados: capacidad de superación personal, perder el miedo a expresar sentimientos ante un público concreto, mi carnet de conducir -me mira como mi madre y me dice, sin hacerlo, que ya va siendo hora chaval, que tienes 25 tacos ya- y fecha de caducidad. Lleva tres años vestida de rojo y no ve su fin por los pasillos. Yo de momento tampoco, al menos hasta que acabe la carrera.

*

Me sabe mal por las camareras de la cafetería, pero no lo puedo evitar. He adquirido una costumbre. Mala o buena se podría debatir.
Lo cierto es que cada día tengo el privilegio de hacer una siestecilla de las buenas, es decir, de 15 o 20 minutos. Nada de horas, que luego uno se levanta embobado, empalagoso y habiendo perdido el norte.
Con máximo media hora uno se despeja y saca de dentro de sí el cansancio acumulado. Uno se puede enfrentar a niños, pelotas de baloncesto, burgueses por acomodar u horas y horas de búsqueda en la Biblioteca.
Lo malo es que no se pueden evitar las secuelas. Ojos diminutos, boca pequeña, voz silenciada y algún que otro bostezo. Remedio, un cortado. El tercero o cuarto del día. Consecuencia, envidia, malestar, ironía ácida y corrosión de las camareras que cada día tienen que ponerle al señor Puig el cortadito de después de la siesta. ¿Qué, cómo ha ido la siesta de hoy?

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Ya no tengo Fotoshop. Leti, no te ensañes mucho.

2 comentarios

Leti -

Veo que te ha afectado mi crítica constructiva. Pero si haces algo que me guste también te lo diré, no te preocupes!!