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DESDE MI PLANTA

Esas pequeñas cosas

Metía la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacaba de el un botón. Se me había caído el día anterior, no me acuerdo cómo. Tuve la suerte de notarlo en el mismo momento que le hilo se desprendía de la tela, así que lo cogí y lo guardé.
Antes de bajar por el ascensor fui a la sastrería de la cuarta planta. Por el camino hacia ella empezó a asomar una reflexion que, todo hay que decirlo, no es nueva. Empecé a pensar sobre la importacia de las cosas pequeñas. Aquello que pasa desapercibido delante de nosotros y a lo que apenas damos ninguna importancia. Así hasta el momento en que las hechamos de menos. Así hasta que notamos un vacío en nuestro interior como consecuencia de su inexistencia.
Claro, el camino a la sastrería es corto. Y hasta allá sólo pensé en el botón, que hacía que mi chaqueta no se abrochara bien, por lo que mi imagen poluta y pulcra se vería dañada, por lo que me arriesgaba a un toque de atención de los jefes jefísimos, que conllevaría el hecho de perder mi privilegiada posición en la tienda, sentado. En definitiva, seguro que al día siguiente estaría en accesos, puteado y sin Alfonso. Pero con botón, eso sí. Maldito botón.
Malditas cosas pequeñas. Protestan por no tener la consideración que piensan deberían tener. Como el tornillo de mi moto. Minúsculo. Ignsignificante a priori. Pero hace mucho para el conjunto. Es tan vital. Y como lo es y no se le respeta, se declara en huelga. Sale de su sitio sin permiso alguno, por lo que lo que aguantaba se viene abajo, y en consecuencia, hace que todo el castillo de naipes se derrumbe. La gasolina fluye en cantidades superiores a las establecidas. El motor no asimila tal sobredosis. La moto se cala.
O como el micro-mini chip, que hace funcionar el ordenador, que hace que entre en la red, que presente los trabajos, que estudie el carnet de conducir, que hable con "Familiares, amigos, UPF y otros contactos", pero que hace que me vuelva loco cuando se estropea.
Ya, después de un tiempo, sentado en una silla de la tienda, derivé hacia los gestos y detalles. Detalles pequeños que pasan desapercibidos pero que aglomeran una cantidad infinita de información. Un movimiento de ceja, una mueca, un guiño, un movimiento, una caricia en el pelo...un no me gusta lo que has dicho por lo tanto hoy duermes en el sofá, un me estás molestando, tío no lo ves!?, un guapo acércate ya y dame conversación porque estás que buenísimo.... Privilegiado aquél que vea entre lineas y aquél que sea capaz de descifrar los imputs del exterior. Bienaventurado aquél que respete lo minúsculo y la insignificancia. Suyo será el reino de los cielos.

*

Helena trabaja a nuestro lado. Hija de un prestigioso político con nombre de inodoro, se dedica a fumar en el vestíbulo y a aguantar carpetas. Pasea su tipito bien conservado por los pasillos del teatro. Le gusta ponerse modelitos de colores llamativos que hagan conjunto con sus zapatos. Le gusta sonreir a los pipiolos que van de rojo. Mira desde su estrado con cierta morbosidad y en ocasiones se moja los labios sensualmente.
También le gusta bastante joder la marrana. ¿Sigues con lo tuyo? Sí hija sí, sigo hablando en castellano, pero lo puedo hacer en catalán -central- si quieres.¡Ah, pues ya va siendo hora eh? I tant, no tinc cap problema.

*

Hombre, ¿cómo le va? ¿Todo bién?
Bien profesor Espada, aquí, sedimentándome un poco.
¡Ah, me alegro oiga, ya sabe que lo necesita!

¡Ah, el dulce agoma del gueencuentro!

2 comentarios

Raquel -

Prelistada en el directorio de Bitacoras.com :)

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Gracias :)

marquinho -

Dile a la hija del Roca, que si quiere oir catalan a todas horas, que ponga TV3, o que escuche Catalunya Ràdio. Bé, o que vingui a Manresa, ;-)

Manda huevos. Ni caso a las pijas convergentes.