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DESDE MI PLANTA

Perdóname señor por no saber qué hice ayer por la noche

Perdóname señor por no saber qué hice ayer por la noche Estaba allí yo y no estaba. Estaban todos allí y yo era un mero cero a la izquierda. Me sentí sólo. Empecé a buscar por dentro de mis recuerdos y apenas vi momentos especiales de aquel verano ni a gente que formara parte de mí.
Hablaba y al mismo tiempo pensaba en que si lo que estaba diciendo realmente temdría alguna trascendencia entre aquella multitud vanidosa, entre aquel gueto entre guetos. Mi soledad y yo bebíamos juntos una cerveza y otra. Acabamos discutiendo.
Nos reconciliamos al cabo de cuatro copas más. Dos de cerveza. Dos de Martini. Llegamos a la conclusión de que más valía estar sólo que mal acompañado. No obstante no lo pusimos en práctica. Seguimos ahí, riendo por reir, hablando por hablar, bailando por bailar. Me dejé llevar por la incosciencia, por el irraciocinio, por los impulsos. No dejé que esta vez se produjeran las luchas campales dentro de mí. Decidí desconectar y dejarme llevar. Nunca más supe de mí...ese mismo día.
El día siguiente fue otro cantar. Mi soledad me recriminó haberle emborrachado. Ese no era un juego limpio. Se tomó la venganza y empezó a recordarme todo lo que había hecho. Detalle tras detalle, hecho por hecho. Se mostraba cínica y despiadada mientras me hacía sufrir. ¡Oh vamos, no pongas esa cara! ¡Te acuerdas perfectamente! me iba susurrando...
¡Oh Dios! Nunca más volveré a abandonar a mi soledad. ¿Qué clase de tipo soy, capaz de ignorar a mi soledad? Tantas experiencias juntas, tantos momentos vividos...
Esta noche no la abandonaré. Me iré de fiesta con ella.

6 comentarios

marta -

ups, se me olvidó identificarme antes...

Anónimo -

Genial, Manu!Felicidades por tu blog y hasta el regreso!!
Cuesta a veces reconciliarse con la soledad. Se le guarda mucho rencor, porque tras las noches de fiesta y borrachera a menudo te dice las verdades tan cruelmente que te hace llorar, o te golpea el estómago..ella siempre reclamando atención.

M@rt@ -

Totalmente de acuerdo. Al fin y al cabo, cuál es el momento del día en el que pensamos en todo lo que hemos dicho o hecho? Cuando estamos SOLOS. Esos momentos de paz, reflexión e incluso a veces, de autocompasión, que nos permiten dialogar con nosotros mismos sin que nadie nos interrumpa, sin tener que dar explicaciones...
Me apunto a la quedada!!

arantza -

Yo siempre he pensado que lo mejor es mirar cara a cara lo que se te presenta delante, detrás, o a cada lado de tu cuerpo. Con una, dos, o cinco copas de más.

felip -

Manu,
sólo decirte que has conseguido erizarme el vello de los brazos.
Decididamente tenemos puntos esenciales en común.
"No dejé que esta vez se produjeran las luchas campales dentro de mí".
La frase podría haber salido de mi cerebro.
Igual podemos organizar una quedada con nuestras respectivas soledades.
Pero quizá habría algunas que no cabrían por la puerta del bar.
Como dice Gil de Biedma, y no es en absoluto un consuelo,
"Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario..."

Patri -

Si la Soledad fuera perfecta, nunca vulnerable, siempre viva, la mente se acomodaría en su incomodidad. El problema es que la soledad de vez en cuando abre las puertas de su mundo y deja contaminar su aire de pequeñas partículas de felicidad, de amor, de afecto, de compañía, de amistad. Y los que vivimos en este mundo tenemos que respirar ese aire, por fuerza. No nos queda más remedio que hacerlo pasar por nuestros pulmones, nuestra sangre y nuestro cerebro, enfermándonos temporalmente con un calor febril que nos inunda el juicio y nos vuelve locos. La locura es pensar que estar rodeado de gente es estar acompañado. La locura es temer la soledad.

Porque solo un loco ingenuo de la Soledad puede pensar que dejara de estar solo, puede sentir la esperanza de reiniciar una vida, puede imaginarse util y fertil, puede creer que sus acciones tendran trascendencia en el mundo paralelo de las personas normales.